Arropado en el corazón de las escrituras, duerme un salmo diminuto de preciosa verdad. (Salmo 131) El salmista declara que tal como una madre niega a su bebé de la leche cuando es el tiempo de que su pequeño sea destetado, así Dios a veces nos niega cosas que anhelamos. Así como el infante ya destetado reposa abrigado y seguro en el pecho de su madre, así nuestra alma puede también anidarse en Dios sin saber porqué se nos ha sido negado eso a lo que nos hemos aferrado; pero contentos de obtener el amor y el consuelo del corazón del Padre.

Así como los cielos se elevan en la lejanía por encima de nosotros, en lo alto e inalcanzable, así es la Sabiduría de Dios. (Isaías 55:8-9; Salmo 139:6; 147:5; Romanos 11:33-34;
Job 11:7-9) Nuestras pequeñas mentes entienden los caminos del Padre no más que un bebe entiende a su madre; aún así podemos descansar en Él, bañados en la certeza de que cuando el Señor omnipotente e omnisciente deja lo inexplicable tocar a un hijo suyo, ello es una manifestación de su amor insondable. En las manos del que no rompería una caña ya dañada o apagaría una mecha humeante, tu estas a salvo. (Mateo 12:20)